Aquí venía yo a visitar a mi cuatacho Arnulfo, a cuya casa acudía agentes de tránsito, gringos, aduanales, fresas de la Condesa y gentes del más diverso pelaje. Pues resulta que en los bajos había un taller de reparación de Harley-Davidson. Pero un taller de barrio, como los que había en España durante el franquismo. Cuatro herramientas, un par de elevadores caseros, 34 toques y 200 botellas.
Allí es donde compré mi moto, y la monté por vez primera,...
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